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La crisis amorosa en el mundo contemporáneo
“Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podría hacer de su ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la dialéctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico? Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes. Para las tinieblas del mundus alrededor de las cuales se enrolla la torre inmensa, que deje a la visión mística el cuidado de ver elevarse sobre un bosque eterno la serpiente podrida de la vida.”
Jacques Lacan, Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, 1953
Entre 1910 y 1918, Freud publicó sus Contribuciones a la psicología del amor. En ellas, el maestro vienés dejó patente el estado de escisión de la vida amorosa del hombre moderno. Un siglo después, sin embargo, aún seguimos preguntándonos por el estado del amor: faltan, creemos, más contribuciones. Las respuestas de las neurociencias, y de todo el paradigma naturalista, no se han hecho esperar: «soy mi cerebro», y por lo tanto, el amor tan sólo un combo neuroquímico. Por cierto, no es una respuesta nueva: ya en 1953 el Instituto de psicoanálisis de la IPA en Francia, seducido por aquel reduccionismo epistemológico, aprobaba sostener la formación analítica exclusivamente en la neurobiología. Terrible desatino. Por el contrario, Lacan, desde muy temprano de su obra, propuso la interterritorialidad del psicoanálisis con sus ilustres vecindades es decir, una relación horizontal con otros saberes del campo de la ciencia, que podrían posicionarnos mejor como analistas frente al sufrimiento humano.
El programa que seguiremos, opuesto al que busca los secretos más íntimos de la vida en aquel pozo del quimismo biológico, es el mismo de Lacan: el lenguaje.
Si consideramos que el psicoanálisis es una dialéctica y, por lo tanto, el psicoanalista un dialéctico, para ser ejes de las vidas que se nos confían en consulta, el psicoanalista deberá asumir una posición frente a lo real que implique que todo lo real es racional y viceversa. Así, para sostener la función de interpretes de la confusión que asedia a la humanidad y que tiene en el amor su escenario por excelencia, proponemos formarnos en aquellas disciplinas vecinas al psicoanálisis que, renunciando al irracionalismo, buscan la lógica del sufrimiento humano y, especialmente, la lógica del sufrimiento en el amor.
Finalmente, para abordar el problema, nos acercaremos a dos ilustres vecindades: la sociología y la filosofía. De la mano de sociólogos como Eva Illouz y Zygmunt Bauman o filósofos como Byung-Chul Han y Alain Badiou, trataremos de realizar una nueva contribución a la psicología del amor que una, como propuso Lacan, nuestro horizonte con la subjetividad de la época.
Clase 1. Un punto de partida: la escisión en el amor freudiano.
Exposición de nuestro método: del Edipo a la necesidad de la interterritorialidad del psicoanálisis. La posición del analista frente a lo real.
Clase 2. La interiorización de la experiencia amorosa: crítica sociológica a la noción de «responsabilidad» individual. Del inconsciente freudiano al inconsciente lacaniano.
Clase 3. Las amenazas del amor en el mundo contemporáneo y el análisis marxista de la subjetividad de la época. El sujeto de la ciencia como un consumidor.
Clase 4. La cuadratura del círculo amoroso y la depresión: la lógica del amor imposible.
Clase 5. El triunfo del capitalismo y el sofisma del desastre amoroso: las tres subjetividades de Occidente.
Clase 6. Conclusiones: El amor como una situación filosófica. ¿Simulacro o amor verdadero? El aporte de Alain Badiou para el psicoanálisis.