La transferencia y sus desfiladeros: La repetición y su resistencia

Tal fue la manera en que se expresó Freud en el momento de dar cuenta y darle crédito a la paciente que le enseñó la transferencia. Sabemos que se trata nada menos que de Dora. Y es que la transferencia es un acontecimiento imprevisto que aparece de sorpresa y que coloca ipso facto en una posición específica al analista para que al desplegar su escucha convoque al sujeto del inconciente. 

Hay una rica herencia de enseñanzas de pacientes en lo que toca al psicoanálisis. Tan solo recordar a Anna O que define la cura analítica alternativamente como “The talking cure” y “the chimeney Sweeping”. En lo que concierne a este seminario taller, nos adentraremos en la transferencia , como un proceso complejo en el que si bien la palabra es la herramienta fundamental , la cura por el habla es en la chimenea, en el atravesamiento “al calor de la chimenea” donde se definirá el final de la partida, el puerto al que se arribará. En el proceso analítico, analista y paciente atraviesan juntos la chimenea y salen ambos tiznados, pero de diferente manera. Final de la partida en la que analista y analizante realizan dos movimientos distintos: de-ser del lado del analista y destitución subjetiva del lado del analizante. 

Lo interesante e intenso de este pasaje, es que precisamente la Transferencia, es el pivote que sostiene la relación. El analista ha de dar soporte (y soportar) a la transferencia como condición ineludible para que el proceso psicoanalítico se sostenga y llegue a su fin. La transferencia es la palabra clave que define al acto analítico mismo. Y aun así es un tema inagotable y que no deja de ser habitado por la oscuridad. Es lo menos teorizable en psicoanálisis pues se enraíza en la experiencia viva del análisis y que por lo mismo se impone como lo más álgido de la practica misma, del saber hacer. 

“Un análisis sin transferencia es una imposibilidad”, afirma claramente Freud en 1911 en uno de sus escritos técnicos ( La Dinámica de la Transferencia) . Sin embargo tuvo que recorrer un largo camino desde 1885 cuando su transferencia con Charcot le cambia el destino y su mirada es captada por los enigmas del ataque de las histéricas de la Salpetriere, para luego en 1895 publicar “Estudios sobre la histeria” donde puede reconocer las transferencias como obstáculo y resistencia, pero solo hasta llegar al caso Dora, accede al singular –como la transferencia- y es también entonces cuando aparece la idea de la contratransferencia, o sea , la resonancia del proceso por el lado del psicoanalista. 

En 1900 en una carta a Fliess, Freud le explicita su intuición de lo interminable de la cura analítica: “Comienzo a comprender que la índole aparentemente interminable de la cura es algo regular y que depende de la transferencia” (Epistolario. Carta 242) La prehistoria lo testimonia pues desde el magnetismo mesmeriano a la hipnosis retomada por Charcot, y por otra vía, a la sugestión hipnótica de la Escuela de Nancy, podemos observar que de lo que se trata es finalmente de los efectos de la “Influencia humana” . Freud, como veremos tomará el relevo en esta historia desplazando el campo de la mirada a la escucha y abriendo la posibilidad por primera vez de darle su lugar a la palabra, palabra de la histeria que funda el psicoanálisis. 

En esta reflexión sobre la transferencia, la contratransferencia será un tema en los postfreudianos que se abordará sobre todo desde la perspectiva de las mujeres analistas como Lucia Tower, Ella Sharpe y Margaret Little. Como cierre y apertura, los aportes de Jacques Lacan a la Trasferencia y al deseo del analista que mueven de manera radical el tablero del psicoanálisis existente hasta ese momento.