Curso
Identidades en tránsito & sujeto del insconsciente
Sábado, 07 Septiembre 2024
¿Identidades a medias? Decía Michel de Montaigne, la palabra es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la escucha. De manera similar, la identidad le pertenece una mitad a quien la declara y una otra mitad a su destinatario, que puede o no reconocerla. En nuestra era, vivida por muchos como posbinaria o inclusive posgénero, plena de reinvindicaciones minoritarias y de tensiones identitarias, de wokismo y de cancelación, vale la pena preguntarse ¿cómo funciona la identidad para el sujeto del inconsciente?
Freud señaló que la identidad que nos otorga el grupo tiene un costo; lo describió como "pobreza psicológica", lo que significa que uno renuncia a su individualidad para experimentar un sentimiento de pertenencia. Sienta bien unirse al club, pero a costa de la segregación. Somos quienes somos porque no somos como los "otros". Sin la identidad, que el psicoanalista Erik Erikson describe como la sensación de sentirse en casa en el propio cuerpo, la vida parece imposible. La identidad proporciona la sensación de saber adónde se va y anticipa el reconocimiento. En palabras de Erikson, "en la jungla social de la existencia humana no hay sensación de estar vivo sin un sentimiento de identidad". Sin embargo, toda identidad se construye en torno a una pérdida inaugural cuando caímos de una totalidad indiferenciada a una realidad fracturada, infectada por lo que William Burroughs llamó el "virus del lenguaje". En el momento en que alguien dice "¡Es una niña!" o "¡Es un niño!", nuestro ser recibe una carga de un gran peso ideológico. Freud observó que cuando vemos a un desconocido por la calle, la primera valoración que hacemos es ¿hombre o mujer? La mayoría de las veces, esta distinción se hace instantáneamente, sin ninguna información sobre la configuración genital exacta de la persona. Cada día, hacemos múltiples atribuciones de género que no se basan en los genitales, sino en otros marcadores de género no anatómicos sino sociales, como la ropa, el comportamiento y el estilo. Si nos concentramos en los marcadores corporales, a menudo no son los genitales los que desempeñan el papel más importante en la atribución de género, sino el rostro. Así lo sugería el filósofo Emmanuel Levinas cuando definía la ética como la compenetración entre dos rostros. Sin embargo, lo que distingue a quienes han cambiado de género es que la distancia casi infinita entre un rostro y otro se ha atravesado dentro del cuerpo de una misma persona.
Modalidad: Puede tomarse en vivo o en horario diferido.