Envidia, Vengüenza. Culpa. Destinos del narcisismo primario en la clínica contemporánea.

El narcisismo se evidencia a través de sus excesos pero también de sus fragilidades, y nuestra práctica actual está plagada tanto de unos como de otras. El exceso y la fragilidad se presentan como los dos rostros del narcisismo en la época. Pensemos, por ejemplo, en esos niños que parecen incapaces de soportar el más mínimo límite a sus deseos, niños tiranos cuyos lazos están marcados por la crueldad, el sadismo y la destructividad y que nos revelan del modo más trágico hasta qué punto la omnipotencia narcisista más férrea se yergue sobre la desmentida de una profunda fragilidad. A fin de cuentas, como escribe Freud respecto del narcisismo primario infantil, la ausencia de restricciones y la perfección inmaculada que el pequeño encarna no es otra cosa que la proyección del narcisismo primario al que sus padres han debido renunciar y que ahora retorna triunfante encarnado en el cuerpo del hijo. La omnipotencia del niño solapa siempre su radical dependencia y desvalimiento.

De modos muy diversos, muchos pacientes actuales revelan una resolución problemática del narcisismo primario infantil que es coalescente con las dificultades en la separación y la diferenciación respecto del otro originario:

- El predominio de lazos narcisistas en los que se desdibuja la dimensión de la alteridad y el otro aparece como un rodeo del amor a sí mismo, un rodeo que, no obstante, es absolutamente necesario para el sujeto.

- Las oscilaciones entre momento de exaltación y momentos de colapso narcisista en pacientes que no presentan una dominancia maníaco-melancólica.

- Las rivalidades mortíferas con el otro basadas en la envidia, que en muchos pacientes parece ser el hilo conductor que anuda su existencia.