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La clínica de la Neurosis y la Pervesión

Imparte Rolando Karothy
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Duración 4 Encuentros

A partir de una clara diferencia con el neurótico, el perverso no se siente dividido y su acto consiste en dividir a su partenaire. El perverso según lo formula Lacan, “se imagina ser el Otro para asegurar su goce”, lo que significa que, aunque parezca desafiar la ley, está lejos de ser un transgresor ya que su acto no apunta a rebasar un límite sino a poner de relieve la verdad de lo prohibido –verdad no dicha de la prohibición– que se llama goce. 


La finalidad del acto perverso es producir ese goce y mostrar así el núcleo de verdad de la ley, su naturaleza obscena y feroz –es decir, superyoica– disimulada bajo la fachada del interés en el bien común. El concepto de superyó, que evoca esa dimensión irracional, insensata y arbitraria de la ley, sería impensable sin la clara ilustración del mismo que la perversión provee. 


El perverso no está al servicio de la transgresión porque él sirve más bien al límite. En efecto, el acto perverso tiende a mostrar que no hay otro límite, otro fundamento, para la prohibición del goce que el goce mismo y testimoniar así que no existe ningún fuera de la ley que no sea la ley porque ella es el exceso exceso que no es sino el orden simbólico que viene a pervertir la naturaleza. El perverso pretende demostrar que no hay más estado “natural” del hombre que el de la ley que en su esencia es perversa y es por esto que él se posiciona como un practicante de la verdad. 


La estructura perversa no se define por la búsqueda de la transgresión sino del goce del Otro. El perverso tiene necesidad del Otro para que su acto le procure lo que busca. Lo importante no es el rebasamiento del límite sino el acto de forzarlo, de apoyarse sobre él más que ir más allá. Por esto el límite debe estar ahí, vigente. Todo esto no solamente hace del perverso, a pesar de las apariencias, un religioso, un creyente, sino el paradigma mismo del creyente. 


El perverso logra articular goce y saber para situarse como un supuesto saber-hacer con el goce y esta articulación es la razón del carácter rutinario que lo distingue. Con su saber-hacer puede presentarse como un enamorado de la verdad, verdad de la castración que practica activamente sobre su compañero en beneficio del goce del Otro. El testimonio perverso es de amor por la verdad y goce del saber, a diferencia de la postura del neurótico quien ama el saber, pero experimenta horror por la verdad de su castración que lo remite a la del Otro y a la imposible consistencia de éste. 


El perverso, un hombre de fe, se afirma en su determinación de tomar el lugar de objeto para negar así su división subjetiva. El acto, que al neurótico le produce horror, es para él el único medio de poner en juego esa determinación que es su desmentida en acto de la castración. Sin embargo, hay algo común a la neurosis y la perversión: la castración opera sus efectos en ambas de modo que la división subjetiva es inevitable y la relación-proporción sexual, imposible en lo real, tiene que simbolizarse, metaforizarse de alguna manera. 

Modalidad: Puede tomarse en diferido.

Categorias Formación del analista Especialidades clínicas en psicoanálisis Clínica y diagnóstico diferencial
Costo Biblioteca $ 900.00
Multimedios
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